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viernes, 1 de octubre de 2010

Aunque cierres la puerta no se apaga la luz.

Hoy -y siempre- quiero encontrarte en cada nube que vea en el cielo, moverme en los resquicios ocultos que tiene tu cuerpo e iluminarme con las estrellas que tienen tus ojos. Hoy -y siempre- quiero dejar de respirar el aire que nos mantiene a todos vivos. Hoy -y siempre- me quiero comer las horas que me alejan de ti. Te quiero, te quiero regalar las palabras que escribo: la palabra Futuro completamente en blanco; la palabra presente en movimiento y la palabra Amor en continuo crecimiento. Quiero aprender a tu lado, equivocarme contigo y multiplicar por cero las dudas. Respírame, que no te quedarás sin oxígeno; respírame, una y otra vez antes de irte a dormir para que ni en sueños podamos separarnos. Que yo no temo la pérdida desde que te hice poesía, tan inmortal como perfecta. Hoy -y siempre- recuérdame en cada suspiro, que yo busco tus exhalaciones entre el humo de los coches. Hoy -y para siempre- te regalo un trozo de miocardio para que guardes todo tu cariño. Luego lo congelaremos y que dure para siempre, así latirá al compás del castañear de los ventrículos y nos querremos toda la vida.

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Bienvenidos a la última fluorescencia. Gracias por acompañarme durante este año y medio. Puede que volvamos a encontrarnos de nuevo en la blogosfera, aunque ya no sea la chica fluorescente confío en que podréis reconocerme. 
Y gracias a ti, por hacerme la persona más feliz del mundo. 

jueves, 12 de agosto de 2010

185.

5 minutos de ti son empachos que se encajan entre oreja y oreja y me pintan una sonrisa como si me hubiera atragantado las cosquillas en el miocardio y no pudiera parar de reír. Te quería regalar por estos últimos seis meses un reloj que parase el tiempo, así no tendríamos que arañar las horas cuando estamos los dos juntos; sin embargo solo encontré un medidor de amor y explotó por sobrecarga en el mismo instante que lo encendí cerca de mi. Por si acaso te dejo esta incoherencia en el rinconcito que descubriste en la red, para que sepas que lo he intentado y no pude meter el Amor en una caja. Deja que te bese de nuevo.

martes, 13 de julio de 2010

Nos querremos más que nadie pa' que no corra ni el aire entre tú y yo.

Me gustan millones de cosas, como por ejemplo acariciarte y besarte cada vez que te veo. O mirarte a los ojos hasta que se me ponen llorosos. O aprenderme la constelación de lunares que salpica tu espalda. Podría seguir una lista que llenara páginas y páginas sobre mis aficiones, pero sin duda mi preferida es enamorarme de ti una y otra vez, ocho veces al día o diez si me lo permites. Sentir las mismas mariposas en el estómago y tener tantas ganas de estar a tu lado como en el primer momento que cruzamos nuestras miradas cuando todavía no sabíamos lo bonito que era querernos.




Titulo: Marea - Corazón de mimbre.

viernes, 2 de julio de 2010

Valías tu peso en oro

Si te soy sincero estuve enamorado de tus caderas muchos años, incluso después de perder el contacto a veces observaba nuestras fotos de adolescentes y pensaba en lo bonita que eras con diecipocos. Por el contrario tú odiaste ese cuerpo y lo ocultabas lo máximo posible, envidiando el que tenían tus amigas por aquel entonces, que podías contar las costillas y amenazaba con romperse a cada paso. Me acuerdo muy bien de un día en la playa que no querías quitarte el vestido al ver las barrigas planas de todas las chicas, y yo insistí tanto que conseguí que lo hicieras. Me avergüenzo de las cosas que pasaron por mi cabeza en ese momento, así que me limitaré a decir que adoraba tu ombligo respingón que invitaba a hacerte cosquillas en ese vientre que yo encontraba bello; aunque te empeñaras en buscarte un trozo de carne que según tú sobraba. Me dolió de verdad perderte cuando el paso de los años se hizo inexorable, pero dolió más todavía cuando tu hermana me dijo que estabas en el hospital. Otra vez. Maldije los estereotipos y la publicidad cuando te vi tan pálida y tan delgada en aquella habitación esterilizada. No encontré tus ojos a pesar de que resultaban grotescamente grandes en tu cara demacrada, de hecho no pude ni encontrarte a ti. Tú eras esa chica de 38 con la mirada brillante y las ganas de vivir en la punta de los dedos, y lo que me miraba con alegría fingida desde la cama solo era el desecho de lo que hace la sociedad envidiosa con las chicas tan perfectas como tú. 

domingo, 27 de junio de 2010

No todo lo que reluce es fluorescente.

Tardó 20 años en descubrir que era una chica esponja, y para entonces había tantísima pena en su interior que no quedaba espacio para nada más. La revelación llegó una tarde en su sofá rojo con lunares blancos; cuatro horas después de haber visto una película (que ni siquiera era considerada mínimamente lacrimógena) aquella inundación llegó a sus ojos anegando los resquicios más ocultos de su ser. Dio la vuelta al mundo buscando una cura para su mal, aunque muchos expertos afirmaron que era un don precioso ese de sentir las emociones de los demás con tanta intensidad, pero no hubo nadie que lograra sanarla. Así que ahí estaba llorando porque se había muerto una mariquita en su almohada, porque a la vecina de abajo la engañaba su marido, porque el chico de al lado había suspendido Matemáticas. Absorbía las penas de todos y luego las expulsaba en forma de lágrimas que parecían no tener fin. Me dijeron que llegó a su puerta un vendedor de felicidad, de esos que tanto abundan últimamente. Le hizo olvidar todas las penas (propias y ajenas)  y luego se marchó dejando el recibo de un amor tan caro que le hizo engordar ocho kilos de angustias. Algunos le aconsejaron reírse en lugar de llorar, pero los pulmones amenazaban con explotar cada minuto y volvió a los llantos. Un día fui a buscar a la chica esponja para dar un paseo y contarle cosas bonitas, pero se había convertido en sirena y se había ido al mar, donde dicen que van a parar todos los males, ¿o eran los ríos? Supongo que no estaba segura y por si acaso se fue, aunque echo de menos esa carita que ponía cuando sonreía entre sollozo y sollozo.



Para A. (: por ser una chica esponja, de piedra y fluorescente (aunque no sumergible)

martes, 22 de junio de 2010

¿Qué dirían si me vieran cantando sus canciones?

Se inició la combustión de todas aquellas canciones que cantamos juntos. La marcha atrás sin puntos ni comas ni pausas posibles que demoren la llegada de algún que otro beso. Ya no hay vuelta atrás en el motor de explosión que se ha convertido este espacio que nos separa. Deja que convierta en carburante los versos perdidos de los grupos invisibles; ¿qué pensarían ellos si nos vieran aquí? Colgados de sus letras como dos náufragos unidos en el cruce de dos corrientes. Y estalla sin control, una vez prendida la llama no hay salvación posible, ahora solo queda esperar… y querernos como nunca. 

Enchufados a Ene